Balades

• Géneros: Clásica / contemporánea
• Formación: Dúos

Con las diez canciones que componen el presente cuaderno de BALADES suman un centenar las que, en el espacio de ocho años, me han sido publicadas gracias a la indiscreción de unos cuantos amigos íntimos.
Que toda la vida he dibujado y he escrito versos, era bien sabido; lo que casi nadie sabía era que hiciera canciones; y es que, con respecto a éstas, podía aplicarme aquellos versos de Coppée: «J'écris ces vers ainsi qu'on fait des cigarettes: pour moi, pour le plaisir…».

Ya que una vez hechas –por el simple placer de hacerlas- eran olvidadas por siempre jamás. Solos unas pocas, poquísimas –y eso a instancias de mi esposa- habían sido escritas; y he aquí que un día –aún no me explico cómo- cuatro amigos se hicieron con algunas de mis canciones y, en sorda y traidora conspiración, tuvieron la osadía de sacarlas a la pública vergüenza. Esos indiscretos fueron Frederic Lliurat, Joan Massià, Enric Roig y Emili Vendrell, los cuales consiguieron que el exquisito artista y amigo Lluís Masriera abriese las puertas de su magnífico Estudio a mis canciones para que desde allí tomaran vuelo.

¡Y ya lo creo que lo tomaron! Aquel día, para gran sorpresa mía, el público allí congregado las aplaudió, al día siguiente una casa editorial de música me hacía proposiciones para publicarlas… Y desde aquel mismo instante todos los cantantes y cantatrices de nuestra tierra las incorporaban a sus respectivos repertorios y las hacían aplaudir, gracias –debo confesarlo- a su arte y al amor con el que las interpretaban.

Muchas gracias, pues, les sean dadas en ocasión de este centenario; y si pese a mi buen deseo no cito nombres, es por dos razones: primera, porque son sobradamente conocidos y celebrados por nuestro público, y segunda, por el temor a dejarme alguno, cosa que no podría perdonarme.

Hago también extensiva la expresión de mi agradecimiento a la crítica musical, que tan bondadosamente ha saludado la aparición de cada uno de los cuadernos de mis canciones, y muy particularmente al editor y maestro grabador Boileau, que con tanta perseverancia y tan pulcramente las ha editado.

Y, finalmente, quiero dar gracias al público que tan buena acogida les ha dispensado y tan suyas se las ha hecho, ya que, como me decía un día mi amigo, el gran Menéndez Pelayo, «la obra del artista no está completa hasta que el público se la ha hecho suya.»

A todos, muchas gracias

Apel·les Mestres
Diciembre, 1930